Ahora que la palabra «testículos» está en boca de muchos, que ha sido convertida en televisiva con sesgo moral, hubo un tiempo en que un logotipo editorial de la intelligence exquisita barcelonesa nació sin los atributos del arquero (perdón por el salto).
Hablamos de Seix Barral, la editorial donde Carlos Barral era socio y faro literario ya a mediados de los cincuenta del siglo pasado con el Premio Biblioteca Breve. A los pocos años, para el premio y el sello diseñaron un logo sin instrumentos, «castrati», podado de los reproductores genitales, incorporándolo a su papelería y a sus cubiertas, claro. ¿Por qué nació capado?
Piensa este redactor que fue «para evitar conflictos con la censura franquista»: esta actuaba siempre ojo avizor, «con auténtica vista de águila», algo así como «lo siguiente de lo peor». Y Barral y los suyos hacían todo lo posible en darle esquinazo sin ceder; o sea, la clave siempre estaba en editar el libro como el autor lo había concebido y el editor lo había aceptado. Así que lo de menos —se puede pensar— no era que el logo del arquero tuviera o no atributos. Importaba poco, en los primeros años, el «detalle reproductor» … ya que la comunicación gráfica era un asunto menor en una editorial donde preferían fajarse, por ejemplo, en que los censores (Robles Piquer) no tacharan «sobaco» e impusieran «axila», como ocurrió en la novela La ciudad y los perros: «Acepté cambiar siete frases», dijo su autor, Mario Vargas Llosa, poco antes de la proyección del documental Mario y los perros, dirigido por Chema de la Peña.
El logo evolucionó (casi todos lo hacen) durante los años posteriores, y para que no dijeran, llegó a tener un muñón que suplantaba sus más evidentes partes íntimas. Luego, el arquero recuperó su plenitud, y según la colección o el premio, fue/es rojo, gris 40%, negro 100%. Pero eso fue cuando Grupo Planeta compró la editorial. Observar la secuencia en la imagen.
El gran diseñador gráfico valenciano Pepe Gimeno dijo una vez que «un logotipo no es el lugar para contar novelas ni para pintar cuadros», y es verdad: el motivo del logo debe ser siempre un destello comunicativo que busca ser icónico. Este, capado o no, lo es. Pero también encierra una buena historia, que en un momento estuvo condicionada no por la creatividad sino por la censura. Enlaces:
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https://www.elmundo.es/cultura/literatura/2019/06/28/5d15d7a9fdddff43938b45a9.html
https://elpais.com/diario/2011/07/05/cultura/1309816806_850215.html