El siempre perspicaz agente literario Guillermo Schavelzon ha tenido a bien adentrarnos en gran cantidad de datos y opiniones para que sepamos qué está ocurriendo realmente en el mercado del libro. En un extenso y pormenorizado post, publicado el su blog (8/3/2019) y titulado con un magistral toque de ironía Oye Siri, hacia dónde va el mundo el libro, Schavelzon apunta y recoge, al final de su reportaje, cuestiones como las que siguen:
1) Los escritores “gozan de una alta consideración social, pero sus cuentas bancarias están vacías” (Marie Sellier, presidenta la Société de Gens de Lettres, Francia).
2) Las redes sociales no ayudan. Vivimos un momento de decepción, ante las expectativas que se habían generado en autores y editores: los seguidores, no son compradores.
3) “Mucha web, mucho Twitter, mucho Facebook… pero contratos, ni uno… creer que generar miles de likes es todo un éxito, solo satisface una pueril vanidad digital” (Juan María Gutiérrez, en Gratis Total, El Mundo, 3 de octubre 2015)
4) La caída de la venta de libros, no parece ser el final. Confiamos en que la profecía de hace diez años, no se cumplió: “Y el libro de papel no murió en 2018” (El País, 13 octubre 2018).
5) Al hacer la crónica de la feria de Frankfurt, Carles Geli, el enviado de El País, tituló de esta manera su nota, recordando que fue en 2008 cuando los grandes gurús del mundo del libro vaticinaron diez años más de vida para el libro de papel. “Una macro-encuesta entre mil editores de 30 países marcó 2018 como el momento en que el libro electrónico superaría en volumen el negocio tradicional… y no, el futuro ya está aquí y la profecía no se ha cumplido”. El libro electrónico, en la edición en español, hoy representa menos del 6% del total.
6) Recordar esta profecía, tan dramática hace diez años, es el mejor estimulante para saber cuánto podemos equivocamos al hacer este tipo de proyecciones.
7) Netflix, con un presente tan brillante, no tiene asegurado el futuro. Al igual que Facebook, Amazon, Google y todos los grandes de internet, especula con la multimillonaria base de datos, gustos, criterios de consumo y posibilidades económicas de sus clientes. No sabemos a quiénes las están vendiendo ni para qué, ni cuándo ni cómo explotará este uso especulativo de datos privados. Pero explotará. En cambio, el pequeño negocio del libro, seguramente continuará.
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