En su novela más reciente, El último día de Terranova, Manuel Rivas (La Coruña. 24-10-1957), autor del impresionante cuento La lengua de las mariposas), grita por la supervivencia de esos lugares mágicos, cada vez más escasos y menos acogedores: las librerías. Terranova es una de ellas, y eje de la historia.
El día de su presentación en la mítica librería Rafael Alberti, perseguida en tiempos oscuros y capitaneada desde los primeros años ochenta por Lola Larrumbe, el escritor gallego dijo al periódico El Mundo: «La librería es un territorio con una psicogeografía propia, un lugar de confluencias de vidas reales e imaginarias, y los libros tienen su propia historia aparte de la que cuentan. Terranova es un refugio de marginados e indigentes, y un espacio de resistencia cuando vamos a la distopía. Con el cierre de tantas librerías tenemos la sensación de que vamos a los tiempos difíciles de Dickens, tiempos en los que se considera que no debería existir aquello que no se puede comprar y vender con beneficio».
Semanas más tarde, declara en una jugosa entrevista a Javier Rodríguez Marcos: “Nunca tuve miedo de entrar en las librerías. Si vamos es porque hay gente con la que nos gusta estar, no solo por los libros, aunque los libros también son gente”.
Y en la misma entrevista, interrogado con la pregunta… “¿Para qué ir a las librerías si se pueden comprar libros por internet?, su respuesta fue la que sigue: “Si desaparece el factor humano en los intercambios —y una librería es un lugar donde alguien que te da el libro con la mano—, también va a desaparecer lo humano en el libro. Tal vez es demasiado determinista, pero hay parte de razón. La ciudad existe porque existen librerías, el taller de bicicletas, las tabernas…”. ¡Cuánto sentido común!